Politikoki desegokiak oso

Ez zait batere gustatzen bertsolaritza. Aspertu egiten naute bertsolariek.

Bai, badakit.

Arraro omen naiz. Mireia den moduan, Andolin koinatua zen bezala. Politikoki oso desegokiak bide gara.

Oraingo bertsolaritza aspergarria da eta bere artifizialtasunarekin txartuz doa, maldan behera etengabe.

Geratzen naiz aspaldiko bertsolariekin, ‘zaharrekin’, Arestiri gustatzen zitzaizkionekin.

Zer moduz ‘bertsolaririk bertsolarienarekin’: Jose Manuel Lujanbio Retegi, “Txirrita”-rekin? (http://www.euskaltzaindia.eus/dok/iker_jagon_tegiak/anaitasuna/html/209.html#2175)

Bilboko Hierro  arratsaldeko egunkarian argitaratutako artikuluetako batean Aresti-k izkiribatu zuen moduan:

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Hasta la saciedad nos han repetido (quizá el que más fuerte y más veces nos lo ha repetido ha sido el ex campeón de bersolaris Ignacio Eizmendi, nuestro nunca suficientemente ponderado Basarri) que por fin los bersolaris salieron “sagardotegui-txulotik”, del agujero que es la sidrería, y se aventuraron en empresas más encomiásticas, y que son ya dignos de la consideración y del respeto humano, como si antes hubieran sido malas bestias, réprobos o perversos corruptores de buenas costumbres.

Pero lo peor de todo es que nos lo creímos; y que somos muy pocos los que nos hemos dado cuenta de aquel espejoso engaño.

Pues bien, lo cierto es que ya hay gente que se empieza a aburrir en las actuaciones bersolarísticas, (…)

Y es que los bersolaris van perdiendo su básico carácter, que no es, en contra de lo que tanta gente cree, la improvisación (aparte de que la existencia de la improvisación en los bersolaris es relativa, ya que mucho de lo que se tiene como tal, en realidad no es otra cosa que una gran memoria y una habituación cerebral al mecanismo de medidas y rimas), sino que dicho básico carácter es su calidad de poetas sociales, de críticos de la sociedad, de denunciadores de vicios y corrupciones.

Desde que los bersolaris se han acercado al convento por dejar la sidrería, no creo que haya bersolari que se dé cuenta de cuál es su misión, de por qué y para qué compone y canta. Se dedican a hacer reír o hacer llorar, olvidándose de que lo que tienen que hacer, es hacer temblar. Verdaderamente Lazkao Txiki es un buen cómico, pero mejor lo es Gila. Xalbador es un gran lírico, pero me quedo con Paul Elourd (sic) o Blas de Otero. Pero, sin embargo, los bersolaris viejos no me dejan elección, me tengo que quedar con ellos o quedarme sin nadie. Mentira me parece que el magnífico tema que les fuera impuesto a los bersolaris Lopategui (vizcaíno) y Mattin (labortano) en la final del frontón de Anoeta, fuera desaprovecharlo de aquella lamentable manera. Dicho tema fue “los consejos que un padre daría a un hijo suyo que comienza a despertar a la vida sexual” digno de Xenpelar y Udarregi, bella lección de humanidad, que, sin embargo, motivó serias dudas entre los jurados antes de ser definitivamente adoptado, prueba de la timoratez de muchos de nuestros “intelectuales”.

Actualmente los bersolaris hacen su reunión anual en el convento de los Padres Carmelitas de Marquina. A semejante reunión no hubieran arrastrado a Txirrita ni atado (o a menos que le hubieran dado una buena soldata). Txirrita se hubiera quedado en la sidrería.

En aquella sidrería, por ejemplo, en que una vez, cantando el gran Lujanbio, entró cierto vagabundo, hombre ya muy anciano y vicioso, dado a la perdición y al escándalo que pordioseaba su escaso alimento y abundante libación.

Todos los presentes estaban sabedores del antiguo e inconfesado crimen del vagabundo, gitano de naturaleza y Diostegi de apellido, quien al terminar la guerra no quiso entregar las armas, volviéndose con ellas al caserío natal, pero que, perdido en el monte, obligó a un pastor a abandonar sus rebaños para servirle de guía, y una vez llegados al destino, lo asesinó sin más motivo ni razón.

Ya el viejo en la sidrería, servido de su vaso de claro, en el momento en que lo acercaba a los resecos labios, le llegó el canto de J. Manuel Lujanbio, el bersolari del caserío Txirrita, quien en versos redondos, bien cuadrados, mayores de cinco puntos, tres con el mismo y terminando con las mismas palabras al igual que “Limosnatxo bat eskaturikan / Jainkoaren izenean” de Pello Mari Otaño, no solo afeó su vida, su crimen, su alevosía asesina, sino que reprobó su mísero estado actual, al que consideró como fruto y lógica consecuencia de aquél.

El pordiosero Diostegi quedóse clavado, inmóvil, escuchando la poderosa voz del poeta social, hasta que éste terminó su maravillosa composición que conocemos con el nombre de “Zuk hil zenuen artzaia”, (“El pastor que tú mataste”) y una vez acaecido el silencio, no pudo del embarazo, de la emoción de los viejos recuerdos, del remordimiento de los crímenes cometidos, sostener el vaso que hubiera empezado a beber, el cual cayó sobre el suelo, confundiéndose el ruido de los vidrios quebrados con el de sus vacilantes pasos de huida.

Y no se volvió a saber más de él, hasta que, cierto tiempo después, fue encontrado muerto en un campo, quizá del pesar, o más seguro de la privación motivada por el pesar.

Los bersolaris ya no son así. Ya murió Txirrita y Basarri los sacó de las sidrerías. Ahora se reúnen, como el precepto anual, por lo menos una vez al año, en un convento. Ya no son pueblo, ya están más arriba. Ya quizá por eso, y siguiendo las observaciones de gentes dignas de todo crédito, el pueblo empieza a aburrirse con ellos.

Lo cual querría decir que el bersolarismo comienza a perecer (1).

(1) Hierro, 1966.VII., larunbata, “Las Artes Las Letras Los Libros” sailean.

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Baina, oh baina madarikatua…

Bi albiste bidali dizkidate berriki. Hona biak:

Beste aldean

Trabatik estorbura

Feminismoa eta euskara edo/eta euskara eta feminismoa, bi gai oso interesgarri ‘prosazko’ bertsolari ospetsu baten ahoan.

Ongi. Oso ongi.

Oraingo honetan, Maialen-ek ez nau batere aspertu. Mila esker, benetan!


Iruzkinak (2)

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